… Y me refiero a mi mamá, por supuesto. Sí, sí, ustedes dirán que no, que es su mamá y no la mía quien cocina mejor pero les aseguro que están en un error.
Esta premisa simpática en la superficie, tiene una tremenda carga cultural y es lo que platicaba el otro día, durante la cena de presentación de Tequila Cazadores, con mi amigo René Rentería, a quien llevaba tiempo sin ver, y fue esta bebida cristalina añejada en barricas en los Altos de Jalisco quien nos reunió y nos dio oportunidad entre sorbo y sorbo de ponernos al día.
Además de ser un respetado somellier y de conocer a fondo el mundo de la gastronomía, René es un hombre sensible; me refiero a que tiene felling para apreciar ciertas cosas y así, entre un cóctel y otro, y entre un sorbo y otro de Cazadores Cristalino, la charla nos fue llevando hacia los aromáticos rincones de las cocinas de las madres mexicanas.
Es cierto, y lo digo con MUCHO orgullo, que de unos años a la fecha, el movimiento culinario nacional ha cobrado gran importancia y se ha colado en la escena internacional; y no se requiere ser un sibarita de altos vuelos para comprobarlo. Este bendito país nos provee de tantas cosas y de ingredientes tan maravillosos (de nada, mundo, por el chocolate), que en cada rincón, en cada puesto uno puede descubrir todo un universo de sabores. De hecho, y lo comentaba con René, uno de los mejores falafel que he probado en mi vida fue en abril pasado, en un restaurante en San Cristóbal de las Casas.
Pues a propósito de esto y de toda la historia y el amor que puede haber detrás de un plato de comida, René me comentaba que en su experiencia entrevistando a los más grandes chefs de México y el mundo, la respuesta siempre era la misma: aprendí a cocinar por mi mamá.
Comentábamos, mientras nos metíamos entre pecho y espalda un ceviche que no tenía desperdicio, un steak en mole de jamaica por el que sigo suspirando y un Crème brûlée de mamey, cada platillo acompañado con un cocktail hecho a base de Cazadores cristalino, que es verdad que hay un interesante movimiento de chefs mexicanos, hombres en su mayoría y que todo los remite a la cocina de su madre. A la magia que las mamás crean haciendo banquetes deliciosos con aparentemente nada, y a todo el bagaje cultural que cada platillo, por sencillo que parezca, encierra.
Ambos coincidimos en que sería lindo ver más mujeres brillando detrás de las grandes cocinas y compartiendo esa sabiduría y sazón que sin pretenderlo, nos heredan con amor y una pizca de sal, nuestras madres.
Ese jueves terminó perfecto, con Mariachis interpretando los temas que enchinan la piel de cualquier mexicano, y con el tequila que, con su textura y cuerpo me hizo serle infiel a mi muy querido señor mezcal (pero, créanme, valió la pena).
Salud, por mi mamá (quien por cierto es tequilera de hueso colorado), la que mejor cocina en el mundo.
FELICES PASOS